12/9/11

Conmoción cerebral tras un choque, el 'apagón' neuronal


¿Conmoción cerebral? Eso es cuando te das un golpe en la cabeza, ¿no?
Pues… no necesariamente. La conmoción cerebral es uno de esos términos que generan cierta confusión cuando son usados en el lenguaje popular. Y, hombre, sí que es cierto que hay golpes que dan lugar a conmociones cerebrales, pero también hay conmociones que sobrevienen de una colisión… aunque la cabeza no se haya golpeado contra nada.
La conmoción cerebral es una de esas lesiones que con más asiduidad podemos encontrar en un siniestro vial, asociado o no a otras y puede dar lugar a efectos tanto inmediatos




como tardíos. Vamos a ver de qué estamos hablando, que es algo curioso e interesante.

Tal y como vimos al hablar del hematoma subdural crónico, cuando sufrimos en nuestro vehículo una deceleración brusca, nuestro encéfalo se ve sometido a ciertas fuerzas y al estar bañado en el llamado líquido cefalorraquídeo puede desplazarse suavemente dentro del cráneo aunque el espacio de que dispone sea mínimo. Bueno, puede no. De hecho, el encéfalo tiene la mala costumbre de moverse cuando se le somete a grandes aceleraciones. Y cuidado, porque para que el encéfalo se desplace no es necesario que se produzca una contusión craneal.
En el momento de una deceleración súbita, como sucede cuando un vehículo choca, las fuerzas lineales, rotacionales o angulares en distinta combinación actúan sobre nuestro encéfalo (diencéfalo y cerebro medio, básicamente), y de hecho basta tan sólo un movimiento brusco para que cesen parte de sus funciones durante unos minutos. Es como si se produjera un apagón transitorio en nuestras funciones superiores.
Todo esto viene dado no tanto por un daño estructural claro de su cerebro sino por una disfunción transitoria de las neuronas derivada de las bruscas tracciones a que se ha visto sometido el encéfalo. Y es una disfunción que cuando afecta a según qué zonas del cerebro se hace difícil de detectar a simple vista, como sucede con las neuronas que se encargan de controlar el estado de vigilia y alerta, por ejemplo, que cuando sufren un apagón llevan a la pérdida de conciencia del herido como quien le da a un interruptor. De hecho, si nuestra cabeza fuera un ordenador, estaríamos hablando de un error de software producido por una alteración en el hardware. ¿Soy yo el único que piensa que somos unos seres muy complicados?
Pero hay conmociones con y también sin pérdida de conciencia, y cuando el conmocionado se mantiene consciente en todo momento es muy habitual que por unos momentos no sepa quién es o donde se halla y no recuerde lo que ha ocurrido, que se repita en sus preguntas o que se comporte de forma agitada. Todo esto es coherente con lo que le ocurre en esos momentos.
Ahora, imaginemos la situación en nuestras carnes. De repente no sabemos ni de dónde venimos ni qué ha pasado ni qué día es hoy, y encima hay un montón de personas a nuestro alrededor que a lo mejor ni conocemos que no paran de interrogarnos una y otra vez por las mismas cosas. Agobiante, ¿verdad? Esa es la razón por la que a veces la mejor medida con un conmocionado es dejarlo tranquilo... pero sin dejar de vigilar su evolución, claro.

La mayoría de las conmociones cerebrales son inocuas y tan sólo precisan de una adecuada valoración médica neurológica que descarte si hay algo más que una conmoción, y en buena medida las medidas que se adoptarán vendrán determinadas por los síntomas que se observen inmediatamente tras la conmoción, como pueden ser:
  • vértigo,
  • desequilibrio,
  • diferente tamaño en las pupilas,
  • vómitos,
  • fuerte dolor de cabeza,
  • habla descoordinada,
  • inconsciencia,
  • confusión mental prolongada.
De todas formas, cualquier persona involucrada en un siniestro que haya sufrido una conmoción suele recibir atención médica y normalmente se pide a sus familiares que lo observen durante 24 a 48 horas por si reaparecen síntomas.
La conmoción en sí es una disfunción transitoria, pero hay casos en los que tras un corto periodo de confusión o amnesia de lo sucedido, semanas e incluso meses después pueden darse secuelas como cambios en la concentración o incluso en la conducta, como irritabilidad o trastornos del sueño, unas secuelas que se asemejan a los síntomas del estrés postraumático y que en realidad pueden estar coexistiendo o confundiéndose con él.
Sí, mejor hacerse ver por un médico que entienda de todo esto, no vaya a ser que tengamos algo más grave de lo que parece a simple vista.

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